Reseña: Casa Virginia

A veces siento que un fantasma me persigue en la Ciudad de México, gastronómicamente hablando, claro está. Es una paranoia insistente y redundante. Algo o, mejor dicho, alguien que se me aparece de vez en vez... Cuando busco un pastel, me recomiendan su pastelería; cuando leo algunas guías, su nombre aparece en ellas; cuando charlo con personas del medio, ella siempre sale a colación; pero lo más tenebroso es cuando me llama la atención algún restaurante y me entero de quién está detrás: Mónica Patiño.

Ya escribiré una columna sobre esta omnipresente mujer, pero lo que hoy acontece es uno de sus restaurantes que más me resonaban y que, en una noche de lluvia, me lo topé cual historia de mansión embrujada. Y de hecho al entrar, no nos recibió nadie, hasta que unas voces al fondo nos invitaban a subir...

Casa Virginia

Ficha técnica

Nombre: Casa Virginia Mónica Patiño
Giro: Restaurante internacional
Ubicación: Monterrey 116, Colonia Roma Norte, Alcaldía Cuauhtémoc, CDMX
Horario: Jueves a sábado de 13:30 a 23:30 | Martes, miércoles y domingo de 13:30 a 22:30 | Lunes cerrado
Precios: Elevados, justos
Contacto: casavirginia.mx | (55) 52 07 18 13 | @casavirginia
Calificación del expreso: 4.0

Vistazo

El acceso es sobre la calle de Monterrey en la puerta abierta con el número 116, no cometan nuestro error de andarlo buscando sobre la avenida Álvaro Obregón. Entren como en su casa subiendo las escaleras ya que puede que nadie los reciba directamente en la entrada. Fuera de eso el servicio es maravilloso, aunque podrían involucrarse más en la experiencia del comensal. El baño está al lado del bar, muy coquette, pero yo ya le pondría crema para las manos para irnos con toda la pompa. Un detalle a mencionar es que podrían alumbrar las esquinas del lugar ya que se hace difícil leer los menús.

La carta es limitada, cosa agradable, y muy bien cuidada, de estilo internacional con una fuerte carga mexicana y de cocina de mar; mayor fusión méxico-europea. El servicio de pan con mantequilla es discreto, pero con un gran sabor, de muy buena calidad. Las bebidas están a la altura, yo iría sólo por unos tragos alguna vez —si es que la cartera me da—.

Oferta

En general, una selección de platillos europeos como burrata, sopa de cebolla, carnes y pescados, profiterol... todos con un toque mexicano como para no extrañar. He notado inconsistencias entre visitas, los platillos podrían salir más homogéneos, pero nada para salir corriendo despavoridos... aún. Lo que sí es constante es que trabajan con contrastes de sabores intensos y delicados en muchos platillos. 

Las bebidas valen la pena; su selección de vino es basta, pero dudo que sea la mejor; las soft drinks nunca me han decepcionado incluido el café. No cobran el agua a pesar de ser embotellada, gran detalle. Los postres son especiales y merecen un espacio en la visita.

Qué pedir

La tostada de aguacate con manzana es la única que vale la pena por ser diferente, vegetariana y fresca. Quizá la pescadilla de robalo, pero nada para ponerse de pie. Los mocteles que tienen son muy frescos, equilibrados y saben a lo que tienen que saber.

Los higos rostizados me parecieron balanceados a excepción del dulzor; la reducción de vino es demasiado dulce para acompañar a los ya dulces higos, se complementa de maravilla con la grasa y amargor del gorgonzola, en texturas con los crotones y la base de arúgula ayuda, pero sí le falta algo de acidez. Los camarones zarandeados son bastante sabrosos y permisivos en grasas, el cacahuate le da un toque único —aunque la última vez me llegaron algo quemados y arruinaron el bocado—, la salsa viene muy concentrada, se sirven con papas que podrían mejorar en sabor.

Quizá recomendaría el robalo al limón, de perfecta cocción y delicados sabores. Tiene bastantes aceitunas y alcaparras que lo amargan de más, el punto de sal lo obtiene del alioli con el que lo sirven y nada más, la varita de eneldo estorba más que aportar y es difícil tomar el limón cuando lo ponen en el caldillo de aceites en el plato; puede ser un platillo muy aceitoso, pero es rico.

Los postres han sido generalmente buenos. La pavlova es rica grosso modo, el merengue tiene demasiada azúcar que se nota en boca y en textura a la hora de intentar cortarlo sin éxito, junto con el coulis también pasado de dulzor hace difícil equilibrar con la crema y los frutos rojos —elementos que sí estaban espectaculares—; creo que si uno lleva su dentadura postiza y una jeringa de insulina es posible disfrutarla mucho. 
    El profiterol es una versión elegante con salsa de chocolate amargo y helado de vainilla artesanal; no es la mejor masa choux del condado, pero en conjunto resulta delicioso; se sirve con pepitas y almendras garapiñadas que le dan el toque mexicano y crujiente. La tarta xocolatl es una base tipo brownie húmedo en contraste con una crema batida sin azúcar rematado con 0.5 gramos de maracuyá, a pesar de la fantasmal presencia de la fruta, es sabrosa.

Qué no pedir

Las tostadas no son malas, pero no resaltan en nada, hay mejores lugares para tostear y a menor precio. Mejor probar otras entradas que sean únicas del lugar. Como decía mi difunta madre "para chilaquiles, en mi casa".

El "risotto" de "alcachofa" es el monstruo dentro del armario que nos hizo gritar del susto —incluso más que la cuenta—. Insulso como pocas cosas en este plano, crudo y de cocción dispareja, mala textura en general y seco; el queso es demasiado fuerte y opaca al portobello y a la alcachofa que tiene ya poca presencia. Aquí o aprenden a hacer un risotto o lo quitan del menú para no horrorizar a los comensales.

Recomendaciones

Disfruten el espacio de casona moderna, es exquisito. No dejen de pedir algo de su eficiente bar que seguro los va a sorprender. Elijan sabiamente sus entrantes y ¡dejen espacio para el postre! Lleven su lámpara para leer el menú y traten de no husmear mucho con ella, puede que se encuentren con una sorpresa. O vayan de día cuando está más iluminado y los fantasmas no vagan por ahí.


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