Reseña: Bulla

Una de mis 10 cocinas favoritas de seguro es la española y encontrar buenos restaurantes españoles en CDMX puede resultar escabroso. Me recomendaron Bulla y probé la sucursal Condesa. Nos recibieron con cierto desdén y nos querían sentar en esas plataformas de mal gusto e ilegales que los restaurantes de la zona colocan sobre el arroyo vehicular. No sé ustedes, pero cuando me siento a comer, no me gusta fumarme el humo del escape de los autos ni sentir la adrenalina de la posibilidad de ser arrollado.

Al solicitar mesa nos dijeron rotundamente que no había lugar adentro y antes de agradecer la gran actitud de servicio y retirarme, eché un vistazo al interior y me di cuenta de que tenían su barra vacía. Y aquí un #gastrotip para cuando un lugar esté lleno es preguntar si los pueden sentar en la barra. Santo remedio, pudimos entrar y sentarnos. Aquí la situación es que si el comensal pide lugar adentro y no hay mesas disponibles, el host siempre debe ofrecerle una solución y no dejarlo a su suerte.

Ya sentados... comencemos la reseña.

Bulla

Ficha técnica

Nombre: Bulla Gastronómica
Giro: Restaurante / bar español
Ubicación: Avenida Mazatlan 20 C, Colonia Condesa, Alcaldía Cuauhtémoc, CDMX
Horario: Miércoles a sábado de 13:00 a 02:00 | Domingo a martes de 13:00 a 00:00
Precios: Ligeramente elevados
Contacto: bulla.mx, (55) 22 34 31 14, @bullamx
Calificación del Expreso: 4.0

Vistazo

Bulla recrea un bar español con platillos que encontrarías en uno, pero le dan un giro gourmet para bien. Es relativamente reciente, abrió en 2020 de la mano del chef Pedro Martín. Sirven una gran variedad de platillos tradicionales de todas partes de España, aunque el lugar invite más a sólo picar algo y beber unos tragos. La carta de vinos es cuidada y de buen gusto, no muy caros; al igual que la carta de bebidas que va desde soft drinks hasta cocteles. Ambos menús demasiado extensos para el pequeño lugar, pero todo sale con excelente calidad y fidelidad.

El baño está escondido al fondo a la derecha tras una puerta de madera y honestamente podría estar más limpio —a menos que sea parte de la decoración del típico bar español—. La barra es amplia, con percheros y resulta cómoda para quedarse incluso más de un par de horas. El agua de la casa tiene un gran sabor, ojalá mantengan así sus filtros. El gerente y los chicos de barra son unos angelitos preocupados por tu experiencia; el host y los meseros los diablillos que equilibran el asunto, pero nadie nos trató realmente mal; sólo falta capacitación. Cuestión similar en sucursal Polanco.

Oferta

Es irreal la cantidad de platillos y bebidas que ofrecen, pero destacan alimentos tradicionales como los huevos rotos, croquetas, tapas, arroces y platos fuertes que complementan con ensaladas, sopas y postres que encontrarías en un bar. Debo advertir que tienen un fetiche con un aceite de perejil que ponen en todo; sí otorga frescor y un toque de profundidad, pero cuando ya lo pones en tapas, arroces y hasta en el postre es cuando debes considerar ir a terapia.

Los vinos son la joya del lugar junto con otra interminable lista de coctelería tradicional, destilados y licores. Un agradecimiento personal por los oportos y similares que son favoritos personales y van ganando popularidad como digestivos.

De bebidas sin alcohol destacan sus aguas de sabor, cuentan con las típicas soft drinks de fuente de sodas y una enorme máquina de expresos que ofenden con un terrible café de tercera más quemado que viejo.

    Qué pedir

Definitivamente anímense a probar cualquiera de sus vinos por copa, apuesto que alguna de esas uvas o mezcla de ellas les sacará una sonrisa. Las aguas de sabor son más mocteles con buena presentación y sabor. Su gazpacho resulta agradable, compuesto, algo salado, pero bien emulsionado y cuantioso.

Las entradas son buenas, su famoso montadito de solomillo vale la pena probarlo alguna vez. El arroz negro de calamar fue mi favorito y me hizo recordar por qué me gusta tanto la cocina española: al dente, equilibrado, untuoso y sustancioso con sabor a marisco y grasas; me explica el gerente que tienen un arroz importado que saben tratar con maestría, por lo que volveré a probar sus otros arroces.

Las puntillas fritas de calamar son tremendas, buen rebosado y suaves; yo las remataría con más hierbas o ralladura de limón ya que el alioli negro no hace su chamba. Los huevos rotos con jamón serrano son de los mejores de la ciudad, serían los mejores de arreglar la fritura de las papas, le faltó temperatura al aceite. Las croquetas tienen una gran corteza bien sazonada y crujiente, el interior a tono y con buena textura, no tan saladas; preferí las de bacalao a las de jamón.

El lechón confitado es otro de sus aciertos. Lo sirven con papas y cebollitas confitadas, bañado en su jugo. La piel es crujiente como chicharrón y la carne suave al punto. No es la gran cosa gourmet, es mejor, es casero. Equilibran con vinagre la preparación para defender al paladar de lo pesado de la grasa y las papas. La media orden está bien para probar, pero recomendaría pedir la orden completa para entrarle con diente.

    Qué no pedir

El café seguramente fue lo peor de la visita, nos complacieron con las preparaciones, pero el grano que usan es de mala calidad y está quemado, nada agradable. Las albóndigas estaban esponjadas y venían con una salsa no muy grata espesada con fécula. 

Su mousse de chocolate viene separado de la crema batida y con nueces pulverizadas; no agradó para nada en texturas. La tarta de queso quemada le hace honor a su nombre y es que una tarta vasca siempre va quemada del exterior, pero no carbonizada. No tiene mal sabor, pero es difícil comer la corteza de carbón; además la rematan con su ansioso aceite de perejil.

Recomendaciones

Reserven de ser posible para evitar disgustos con la recepción, o apliquen el hack de pedir en barra. Lleven su caña para pescar meseros ya que los reciben muy bien los primeros 30 minutos y se olvidan de uno el resto de la estancia. Hay sucursales en Polanco, Condesa y La Roma.

No dejen pasar el tomarse una copa de vino y elijan sabiamente su acompañamiento. Pueden quedar en manos de la sugerencia del personal conocedor, pero a discreción. Vayan con hambre para probar varios platillos y compartirlos. Disfruten el lugar que su encanto lo tiene y disfruten la comida que de verdad es excepcional; quizá sí tenga merecido su lugar como uno de los 100 mejores restaurantes de la ciudad, esperemos no se quede como un one hit star.


Fotografías de Expreso Triple y Eduardo Monroy

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